04 septiembre 2008

Christian Bendayan

Por: Enrique Dávila (Ikitozz City)



Esa tarde recogía los pedazos que quedaban de mí. Por un lado el trabajo fue muy pesado, más que otros días, en una oficina cuyas grises paredes parecen carcomer mi espíritu por placer. Por otro lado la que hasta ese momento fue mi novia término conmigo, danzando desnuda sobre mi cadáver al lado del que ahora es su novio. En otras palabras, era el típico lunes que muchos odian pero sin más se resignan a aceptar.

Solo que el mío fue peor.

Hubiera sido un día sin mayores emociones hasta que suena: “Wait and Bleed” de Slipknot en mi teléfono móvil, era Eduardo (un novel artista loretano) quien me decía: “Oye… vete a La Restinga a las ocho, Bendayan va a dar una charla”.

La verdad de Christian sé muy poco, solo vi unas pinturas suyas en su blog pero nada mas… creo que precisamente por eso llamó mi atención, el desconocer hacia donde se dirige su arte en realidad, que quiere decir su lenguaje, cuáles son sus palabras…

Como buen peruano llego a La Restinga pasada las ocho. Me acompañaba Valery (otro novel artista), gran amigo mío y el que hizo el dibujo del banner de Ikitozz City. Me reciben chicos practicando capoeira y la verdad lo hacen muy bien. Al recorrer el pequeño pasillo mis ojos enseguida se clavan en el enorme bufeo colorado hecho a base de papel mache que me mira fijamente, curiosamente me acomodo delante del mamífero para ver y escuchar lo que tiene que decir Christian Bendayan.

A medida que él hablaba, comenzaba a recordar las veces que visitaba las exposiciones de pintura y lo que me hacía sentir al observar un cuadro, el mundo que se encerraba en la historia de cada trazo, cada línea, cada pincelada… imaginar el cariño del artista al contemplar la obra terminada. Hacia mucho que perdí esa costumbre, no se la verdad cuándo pasó. Pero al escuchar las palabras de Bendayan no pude evitar sentir una nostalgia hacia esos días. No pude dejar de identificarme con lo que ese tipo de cabello despeinado y espontaneas palabras estaba diciendo.

En un momento una frase llamó mi atención por sobre todas las demás: “yo soy un huevon que tiene muchos traumas” y mas que una frase aislada era un conjunto de ideas resumidas. Bendayan estaba exponiendo la verdad del ser humano. Sentí que estaba ante un artista que siente cada imagen que se atreve a pasar delante de sus ojos; que rememora aquellos momentos, aquellas vivencias que marcaron su vida ya sea para bien o para mal, era un hombre mostrando una parte de su alma sin esperar nada a cambio, era una simple persona diciendo “hey, a mí me han jodido tanto como a ti”.

Luego pasó a mostrar varias de sus pinturas, una tras otra “esta la hice en tal año… esta la hice en tal momento”… pero lo que no pude evitar fue sentir que estaba ante el reflejo de Iquitos en cada una de esas imágenes, en los pequeños detalles acostumbrados a ver que nos identifican y que no prestamos atención. No pude evitar pensar que mis ojos vieron las mismas cosas, que pasaron desapercibidas y él las hacia suyas… que aquellos ojos aparentemente distraídos y con aires pendencieros perciben el mundo de una manera diferente. Mientras nosotros olvidamos todo ese conjunto de flashback rutinarios, él los recuerda, los atesora, los inmortaliza.



Al termino de la reunión y mientras Christian conversaba con Eduardo sobre no sé qué carajo, sentí la necesidad de salir a fumar… la necesidad de escribir sobre este tipo, pero al mismo tiempo pensaba “¿y de qué voy a escribir?” Porque, valgan verdades, se muy poco de ese arte, no sé de formas ni colores, de trazos ni de superposiciones. Pero la necesidad de hablar de él tal como me sentía en ese momento fue mayor.

Me despedí de Christian Bendayan prometiéndole que “dibujaría unas palabras” en su nombre, cualquier cosa, aunque sea unas líneas sin sentido que se pierdan en el olvido… escribiría lo primero que venga a mi mente y que sea capaz de reflejar tal cual me sentí en ese momento.

Solo me faltó agradecerle, agradecerle el buen momento… fue un día negro para mi, pero termino muy bien. Contemplé a un amazónico amante, disfruté de un hijo de la selva.

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