25 agosto 2008

la historia que se devoró al presente


Las cosas a veces tienen un tono extrañamente irónico. Voy en uno de los asientos traseros de una combi, acurrucado del frío y el viento helado limeño. De pronto, el chofer sintoniza una radio de noticias. Una señora ministra – Fernández, para más señas – se queja dramáticamente de los pobladores amazónicos. Extraviada en su arrogante ignorancia, agresiva como ciertos funcionarios que fungen de columnistas, la ministra-defensora-de-Ernesto-Schutz condena la conducta violenta/agresiva/pataletera de los habitantes de “esa zona alejada”, que se han traído abajo los decretos “modernizadores” 1015 y 1073 en el Congreso de la República.

No dejó de subrayar mentalmente algunas frases antológicas: “ esa zona alejada”, “esos decretos modernizadores”.No dejo de interpretar esa connotación silvestre y agresiva intrínseca al ser amazónico. Los intelectuales de periódico conservador, los analistas de cable e internet braman “paternalismo”, “oportunidad desperdiciada”, herejía. En el año 2002, el APRA fue líder del movimiento irracional que se opuso a la privatización de compañías de energía eléctrica en Arequipa, promoviendo una revuelta vandálica en las calles y la renuncia de un ministro. No recuerdo alguna declaración de la ministra Fernández reprendiendo a los arequipeños por su mal proceder. Sí recuerdo, bastante, a los actuales jerarcas apristas promoviendo el sabotaje de los empeños del gobierno anterior con los mismos argumentos que repudian actualmente.

¿Cuándo una señora como Rosario Fernández se convirtió en la nueva abanderada de ese núcleo duro de ignaros que deciden por la Selva sin saber casi nada de ella? ¿Habrá leído la señora Fernández algún libro de historia amazónica? ¿Lo habrán leído algunos de esos columnistas nacionales que hablan de la Amazonía como si de su perro se tratase?

Dudo que Fernández y los neoconservadores que la secundan sepan que hace poco se ha publicado el libro Los dueños de astros ajenos (Tierra Nueva, Iquitos: 2008), riguroso y apasionante trabajo de investigación sobre aspectos recónditos de la historia amazónica. Su autor, Percy Vílchez Vela, ha gastado buenos años de su vida escudriñando en bibliotecas de altas paredes, hurgando en polvorientas y apolilladas fuentes impresas, acudiendo presuroso al llamado de testimonios orales que le certificaban algunas hipótesis, sistematizando – o intentándolo – el vasto, complejo y a veces caótico mapa cronológico de estos fastos.

Al leer las casi 300 páginas del libro (narradas con el apasionante y envolvente estilo de Vílchez), siento que el verdadero presente de la Amazonía está en las páginas y reproducciones del pasado. Digámoslo de modo muy simple: la Selva no es un producto que acaban de descubrir los opositores, no es un invento de Humala o Víctor Isla o la CGTP (tan proclives al nuevo imperialismo colonial de signo chavista). La Selva no es un acto de generación espontánea desde los escaños de congresistas que se alucinan sabios por haber ojeado algunos tomos de Monumenta Amazónica.

Vílchez no pontifica sobre diagnósticos tecnócratas, porque, en verdad, el libro retoma, a través de la reconstrucción de la memoria colectiva, el sendero de nuestro porvenir, al margen de cualquier estereotipo o prejuicio. No hay aquí lecciones de ONG o palazos de corte populista. Más bien hallazgos. Se descubre, por ejemplo, la gesta de 6 caciques asháninkas, quienes en 1594 viajaron a pie desde sus lejanos reinos hacia la indomable Lima, capital del nuevo Virreinato español, a fin de entrevistarse con los jerarcas de entonces, a fin de solicitarle atención de sus problemas más intensos, pero también lograr el verdadero conocimiento del conquistador del territorio conquistado, procurando que entienda las condiciones, la cosmovisión, el universo en el cual pretendían descansar su momentáneo poder. Se descubre, además, la verdadera gesta de Juan Santos Atahualpa, su lucha contra las imposiciones centrales, impuestas, arbitrarias, así como la búsqueda permanente del diálogo de aquellos habitantes originarios con los interlocutores extranjeros: la experiencia de los Jebero y el misionero Lucas de la Cueva, los Omagua buscando por largos cinco años alguien que los escuchara y visitara sus islas.

Claro, en un mundo que ayer y hoy ha sido y es indiferente con el devenir amazónico, con un centralismo enceguecido por su propia auto contemplación, existen formas de afirmación, escenarios de protesta, signos de libertad. Todas estas manifestaciones no se han gestado desde afuera (no hay acá un salvador de botas uniformadas rojizas ni un patroncito bonachón y buena gente que decide construir un puente y hacer una fiestecita con harto trago). La primera utopía indígena surgió en 1560, la Tierra Sin Mal, en medio del encierro que se iba postrando a la causa local, como una forma de soportar la postración material y el vasallaje (que se nutría de las armas y la fuerza bruta). Resistir era una forma más elevada de superioridad espiritual del linaje. Los pueblos originarios resistieron durante el periodo oscuro, expropiando para sí sus creencias, camuflando sus ritos ancestrales, afirmando el coraje de sus mujeres y la indómita rebeldía de su idealismo.

Todo está escrito, también, y el autor de este libro lo sabe, por eso se ampara en más de una veintena de obras para relatarnos una historia que no se queda en la reproducción monótona y el parlanchinismo, que supura mito, exuda detalle, abarca pasado y se nutre de presente. Vílchez ha tenido el gran tino de contar los hechos desde el punto de vista de los aparentemente vencidos; no para incidir en la resignación del hecho consumado, sino para discrepar, exponiendo datos objetivos que desvanecen la absurda idea de la noticia oficial y la crónica cortesana. La libertad y la propiedad de sus propias estrellas, dioses y senderos son bienes por los que los amazónicos tuvieron que luchar con fiera determinación.. Vílchez cuenta la historia como si nos estuviera relatando una reproducción de nuestras vidas actuales:“El que primero libera puede oprimir después. La terrible lección quedó entonces para los venideros como una indeseable alerta, un presagio fatal. La emancipación no era un maná terrestre. Desde las entrañas amazónicas, era apenas la estación de una lucha mayor y todavía trunca: la guerra por la liberación regional.”

En casa, miro mi afiche de Amazónico Soy. En mi reproductor, suena el Unplugged de Julieta Venegas, la diva chaparra canta El presente. Los políticos hablan en la televisión con la propiedad del cínico que de una idea ha confeccionado una doctrina. Los intelectuales despistados siguen en su retórica mediana, insuficiente, barroca. Todos tienen la boca llena de masa verde, caliente, vital. Y todos (unos más que otros) en su afán por parecer más cultos y más selváticos, irremediablemente, profieren disparates. Como antes. Como siempre.

Una vez más, la historia se ha devorado al presente.

4 comentarios:

ocraM dijo...

oye, solo te dejo este comentario porque este post me pareció muy de putamadre. grande.

nos vemos pronto.

Anónimo dijo...

Muy acertado tu comentario, Bardales, y muy bueno que lo diga alguien de la selva, que entiende sin falsa sabiduría lo que necesita.

M

Anónimo dijo...

yo tbm siempre me he preguntado eso: ¿habrán leído o sabrán algo de la selva?, pues ya lo vemos.


PD: me colo a coment de Sifuentes: Nos vemos pronto jaa!

La Maga dijo...

No es que sepamos mucho de la selva, en realidad ese territorio se siente tan lejano, aún no se integra al pais en nuestra conciencia de limeños centralistas.Escuchamos de la selva , en efecto, cada vez que hay alguna protesta,o con la musica de Bareto que rinde homenaje a Juaneco, vemos algo de la selva en los cuadros de Bendayán , que dentro de su realismo urbano, nos acerca a ese mundo, pero nos limita a ver eso, lo escondido , como un descubrir y decir: mira que sordido. Pero, como que igual, lo vemos tan lejano y estamos acostumbardos a que la gente de la selva proteste sin ser realmente escuchados, o como en el caso de Vilchez, presente un libro y uno asista a la presentación porque te llevaron y jamas has escuchado de él.Sabemos muy poco sobre ella, es más , ni conocemos a sus escritores, sus intelectuales , sus artistas .
Me parece muy bueno tu comentario, pero ,este no solo tendría que ser en un blog como este, donde por obvias razones en su mayoría los que lo leen es gente de la selva, tendrías que publicar esto en algun otro blog, donde accesen no solo la gente del oriente.