25 junio 2008

MELANCOLICAS POSTALES MULTICOLOR

Navegar es preciso. En el barrio de Belén, ciertas épocas del año es necesario vivir con el agua. Convivir junto a él, tenerlo como invaluable amigo de fiestas. Profundos canales, que produce la corriente, precisan de una canoa, un remo y tu mirada cándida ante aquél que llega y se admira. Seremos pobres, pero aquí se navega con dignidad. Con extraña sabiduría.





La espalda de Iquitos. Desde la zona alta, más allá de donde acaba el Malecón Tarapacá y empieza las ramificaciones de mercado que te llevan hacia el extravagante Pasaje Paquito, queda este arco, producto de las furias colectivas contra un acuerdo de paz con el Ecuador, un día del que todos tienen recuerdo. Queda ahí, como mudo testigo de la mirada que la ciudad le muestra hacia la zona baja, donde la vida es difícil, fragorosa, indomable.





Niño,cajita y milagros. La Procesión del Niño de la Caja se celebra todos los 1 de mayo en Iquitos, en un culto bizarro y lúdico que celebra la vida y pretende darle dignidad a los niños trabajadores de la calle. De ahí nació esta imagen, que representa el fervor. Dicen que el Niño hace milagros, te protege si estás desamparado, si aún estás en busca de trabajo. No te deja caer, por lo menos no extrema tentación.





Música al atardecer. Un viejo que ha transitado muchas anécdotas, empieza el festín. Usa su violín y entona melodías que pretenden ser alegres, festivas, bailarinas. Pero en el fondo, él lo sabe, el violín es inevitablemente un instrumento triste, una evocación de la saudade. El cuadro es melancólico. Pero el momento es extremadamente bello.





Caminantes de otros fastos. Empiezan su trayecto en el momento menos pensado. Toman las calles y anuncian que su imperio es el de los hombres que ansían tener el poder de los gigantes, aquellos pequeños que han logrado una estatura extra en el mercado del valor y la distinción. No parecen de este mundo. No parecen de esta tierra. Pero, en verdad, salen siempre a recorrer nuestras vecindades y nos recuerdan aquello que quizás fuimos y nos hemos olvidado.





Sola llegó la noche. Y sola se va, con tus artificios de ultramar y su esperanza de videoclip. Sola, presurosa, va a tomar una nave nueva, a soñar con viajes mejores, a esperar que aquél día florezca una vida plena en esta extraña metrópoli donde, aunque no querramos, nos vamos quedando más solos.



Imágenes: Cortesía de equipo de producción de Amazónico Soy.

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