09 mayo 2008

EL BY PASS ATROFIADO DE CASTAÑEDA (POBRE SAN MARCOS)

La semana pasada tuve que ir a la universidad de San Marcos, para encontrarme con unos amigos. Como buen pobre-pero-honrado, tuve que chapar mi combi (la cual se demoró el doble de lo que usualmente debería hacer, debido a que los buenos-para-nada de autoridades se les ocurre destruir justo ahora todas las calles principales de Lima). No debo contarles cómo fue el periplo, porque me imagino perfectamente que deben saberlo (por experiencia).



Lo cierto es que tratar de entrar a la Decana - luego de un previo step con mi dealer de música chévere afuera de la PUCP(la tía de los cassettes, que luego se convirtió en la tía de los CD y ahora en la tía del mp3 y aún sigue ahí, desde el 95-II)- simplemente era una locura. Otra vez, por una "china", un aventón hasta allá. El micro dio veinte vueltas, se metió por Bancarios, salió a una zona totalmente nueva para mí y tuvo que seguir rumbo para la Av. Venezuela, rumbo al Cercado. Me habían dejado cuatro cuadras de allí hacia la Av. Universitaria.

Demás está decir que el trayecto, a pie hasta dicho lugar fue un verdadero viacrucis. Efectivamente, porque mi "china" gastada anteriormente había evaporado la posibilidad de tomar otro aventón (ya serían tres carros para llegar a un sitio que en otras circunstancias requiere solo de uno). La congestión vehicular impedía pasar totalmente por el lugar. Tuve que latear en medio del polvo, las piedras y unos bulldozers que preparaban un anillo vial de dos cuadras. Era lo más increíble. Tras sudorosos cinco minutos empolvando totalmente las tabas/Bata, traté de ingresar por Universitaria. Un enorme cerco y un gorila me convencieron de mala manera "no hay pase". Igual, en un alto en el camino, mientras otro grupo de estudiantes había sido interceptado, yo me zampé directamente sobre la construcción.

Seguí, seguí y seguí, con el sol del mediodía y las bocinas ensimismándome, con los taca-taca de las maquinas y los gritos de los obreros. Encima de mi cabeza, solo pude alcanzar a divisar aquella silueta mosntruosa, imperfecta, totalmente aviesa, conformada por fierros, concreto y pedazos de todo. San Marcos había cedido soberanía al monstruo, se observaba pedazos de sí tomados por el monstruo, el Multired que antaño existía ahí había sido sellado con una mala placa de cemento, como si esperase que su alma no pudiera salir de ahí. Los desniveles en los que me había metido hacía que tuviera que saltar por entre las mezclas y los sacos de arena. Alguien del equipo constructor que me vio se extrañó, pero como siempre, puse mi mejor car'e loco distraído y no pasó nada. Salía de entre el Alien vial y me tuve que ladear por el borde de la pista, infestada de todos los carros inimaginables. Pasar por ahí era increíblemente riesgoso. La hilera era tan angosta que quienes pasábamos por ella, podíamos realmente sentir todos los fierros casi tocándonos.20 minutos después, llegaba a la puerta de ingreso de Venezuela, empapado de sudor, empolvado, con una suela de la taba rota. Mis amigos me señalaban que eso es normal en estos tiempos de by pass. Sin contar con los accidentes y con la ratería que ha hecho presa completa del lugar. Y, más aún con el tiempo perdido, el stress y la demora casi eterna de las obras. El by pass de San Marcos había hecho su trabajo en mi paciencia. La había perdido por completo.



El día de ayer, hubo una revuelta en la universidad San Marcos. Hubo 24 detenidos, violencia, represión y una serie de hechos que han permitido saltar por un lado cierta infiltración vandálica, además de irregularidades propias de una obra atrofiada por sí misma. Pero, más aún, la protesta ha mostrado la implacable ira de los universitarios. No han sido 24 los protestantes, han sido entre dos mil y tres mil (según cálculos moderados). El ataque con piedras de unos cuantos ha puesto en evidencia un ataque a mansalva de la policía. Pero aún así, lo que hay, más allá de la violencia innecesaria (ni la intervención en un claustro de estudios, como en los peores tiempos fujimoristas), es el malestar furibundo y contenido por algo que, en momentos comunes y corrientes, puede sucederte. Además, te vienen a decir terruco, se meten en tus clases y te reclaman como estudiante modelo cuando no tienes agua en tus baños, tu menú tienes que comerlo en una carpa improvisada, no hay libros en tu biblioteca y tus autoridades educativas no pasan contra el poder de turno. Esto no tiene que ver con la ideología (hay una estricta línea que separa el orden del caos, de ningún modo nos interesa traspasarla), sino con la justicia. Y quien no la entienda, está totalmente equivocado

¿Quién la paga el choque y la contusión a los atropellados?

¿Quién le devuelve lo robado y acosado a las víctimas de los alrededores?

¿Quién me paga la reparación del calzado?

No va a ser el buenazo del alcalde Castañeda, mucho menos el premier Del Castillo.

En tanto, San Marcos sigue pagando los platos rotos de tanto maltrato y olvido.

Link: Cobertura completa en El Morsa
Link: J.A. Godoy sigue el caso también.

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