26 abril 2008

DISCRIMINACION (NACIONALIZATE CULEBRA, HONEY)


Historia de una entrevista laboral permanente (no tan ficticia). A ha revisado el currículo de B, profesional muy eficiente que quiere entrar a trabajar a la empresa que A gerencia. Claro B es homosexual (o A cree que lo es) y por eso decide no contratarlo. B es blanco, y conoce a C, que también es homosexual, pero tiene rasgos andinos, por lo tanto, B sutilmente lo va dejando de lado. A se reune con D y E, que son gerentes como él, pero en la promoción de trabajo para un nuevo proyecto, F, que es el manager principal, al ver los antecedentes de A, nota que es provinciano y tiene antepasados de apellidos muy propios de la Amazonía. Entonces lo descarta, porque F es limeño. F debe elegir entre D y E. D es muy competente, pero es mujer y pertenece a una universidad nacional. E, obtiene la promoción laboral, porque es hombre y tiene los recursos para pagar una universidad privada. F entonces decide concentrarse en ser manager general latinoamericano. H, el manager latinoamericano actual, es peruano. Se presentan para el cargo, F y G. H decide ver los currículos, y aparentemente F es el más capacitado, pero F ha indicado que alguna vez fue dirigente estudiantil. Es decir, creía en el sindicalismo. Además, es de ascendencia judía. Y a H, sus padres, inmigrantes austriacos, le han hablado muy mal de los judíos durante toda su vida. H no desea un izquierdista en el negocio, menos un judío. G, que no tiene historial político conocido, obtiene el puesto. Además, es argentino. A F le han dicho que puede ser promovido a un puesto aún más alto de la corporación en Estados Unidos. Pero probablemente no se lo den. Porque para I, manager de la zona, F es solo un "hispanic" desordenado, ladrón, sucio e ilegal.

En ningún caso, ninguno de los discriminadores dejó de discriminar a nadie. Por causas subjetivas. Con motivos no objetivos. Con razones muchas de las veces poco profesionales, poco serias, abiertamente intolerantes.

La discriminación más que un mal, más que una enfermada perniciosa, parece un deporte nacional que se practica con la distraida levedad de los estereotipos, coqueteando con la ignorancia y el temor a lo que se considera desconocido. La discriminación es un perfume de olores embriagadores y casi ayahuasqueros, que flota en el aire y contamina todo con su maldita capacidad para transformar a los seres humanos en una suerte de modelos de perfección estética, de pureza racial, de coquetería fina, de elegancia social, de respingo con mirada al Norte, de estreñimiento sexual, de mirada-por-lo-bajo, de interiores cerrados, de alcobas ocultas, de insultos y maledicencias e insidias que se remontan a la hora de la cervecita con los amigos.

Porque la discriminación es un asunto de arriba para abajo, pero también viceversa. Porque nunca habrá una línea recta en esto de tener a los demás por iguales. Porque en este circuito de bobería e imbecilidad, siempre habrán seres humanos de inferioridad, siempre habrá una verticalidad, que se nutre de cualquier circunstancia y aprovecha cualquier oscuridad para introducir de contrabando su monserga sonriente o indignada (que, en el fondo, es solo una proyección de sus propias taras mentales, psicológicas, socio-culturales). La discriminación existe por debajo de la mesa, pero es una olla de grillos que termina por devorarse cualquier atisbo de mesura y objetividad. No se es más o menos por tus capacidades intelectuales o por tu esfuerzo laboral, o por tu nivel educativo o por las historias sobre superación personal que puedas exhibir a tu favor. Para los cuchicheantes y morbosos mundos de la apariencia, de lo "correcto", de lo "decente", de la bobaliconería disfrazada de seria preocupación por el avance de la sociedad.

La discriminación invade, incluso, espacios que se creían a salvo o neutralizados por sus espacios. Existe discriminación, por ejemplo, cuando a una periodista de nivel como Esther Vargas se le pide, sutilmente que deje de enseñar en una universidad por ser lesbiana. Existe discriminación cuando a un periodista y cronista tan talentoso como Marco Avilés no lo dejan entrar al tan fashion y declaradamente open mind pub La Sede por "aspecto". Existe discriminación cuando un periodista de las lecturas y el fuste de César Hildebrandt se refiere a las feministas y a las minorías sexuales como "mujeres con prestobarba en mano" y "falófilos que quieren casarse de blanco en la Catedral". Existe discriminación (pero mucho más desconocimiento) cuando en todos los congresos, debates, polémicas y demás happenings de la cosita libresca y culturosa actual se habla de literatura "costeña" o literatura "andina" y se desdeña totalmente a los referentes amazónicos (No Lequerica, no Vílchez, no Calvo, no Hernández, no Reyes, no Varela, no etc, etc y más etc).




La repetición se mantiene y toca todos los ámbitos sociales, sexuales, o raciales. Y dejamos que afloren nuestros prejuicios y nuestra estrecha concepción de las relaciones humanas ¿No deben haber árbitros mujeres en los estadios de fútbol? ¿No debe declararse en la Convención de los Jóvenes el derecho a la identidad sexual? ¿Los jóvenes de raza mestiza u oscura no deben ser colocados en los mostradores de los bancos? ¿Deben seguir los clubes high profile seguir manteniendo la reserva del derecho de admisión para cholitos o negritos?¿No se debe dejar de pedir en las ofertas laborales el sambenito del "buen aspecto"? ¿El ser provinciano de por sí ya configura una capacidad intelectual menor que el limeño? ¿El pertenecer a una institución educativa nacional de por sí se considera como una desventaja frente a quienes provienen de un prestigioso y privado colegio? ¿Y por qué la palabra "cholo" sigue siendo considerado casi un insulto? ¿Y por qué los inmigrantes de todo tipo tienden a cerrar sus círculos, con hermetismo y roche incluidos? ¿Por qué seguimos postergando en el debate y en el acceso educativo a los indígenas amazónicos? ¿Por qué obligamos, con nuestras burlas, a que los aymaras y quechuas obvien su lengua materna?

Podríamos seguir con el mismo razonamiento, ad infinitum, y la cadena no se rompería. Y podríamos seguir discriminando consciente o inconscientemente, hasta que las próximas generaciones sigan con la prédica y mantengan las cosas en esta terrible situación. Al fin y al cabo, nadie está libre de discriminar, pero, peor aún, nadie está libre de ser discriminado. Y las consecuencias de esa discriminación, irracional, absurda, ridícula, cruel y abiertamente idiota, pueden ser realmente traumáticas para varios de quienes la sufrieron. Y así el círculo nunca cambiará. Y nuestro país seguirá desintegrado geográfica, social, y culturalmente. Y seguiremos teniendo pendiente nuestra deuda con la justicia. Y los problemas y conflictos sociales siempre estarán latentes, esperando el momento menos pensado para emboscarnos e incendiar nuevamente la pradera por nuestros desatinos.

En tanto, parafraseando al gran amazónico César Calvo (¿lo habrán querido discriminar también por eso, gentita?), en el Perú más de una vez dan unas ganas de nacionalizarse culebra.

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