18 julio 2007

LOS MURALES QUE LA BUROCRACIA QUIERE DESTRUIR

Esta es una de Ripley. Dos de los más importantes murales realizados por el importante artista loretano César Calvo de Araujo (padre, además del importantísimo poeta César Calvo Soriano) durante los años sesenta del siglo XX, corren peligro de ser demolidos por un grupo de irresponsables burócratas sin sensibilidad, conocimiento y un poco de sentido estético e histórico. El pretexto es la remodelación de los antiguos espacios de la Municipalidad Provincial de Maynas. Esta historia fue escrita por el historiador loretano Luis Tafur en el último número del semanario Kanatari. Aquí les dejo algunos párrafos del mismo.

Descubrimiento del río Amazonas (Mural de local antiguo de Municipalidad de Maynas)

Subía al tercer piso del viejo edificio consistorial que albergó a los alcaldes de Iquitos desde 1945, año de su inauguración, hasta el periodo de Jorge Chávez Sibina (1996-1998) que ordenó su evacuación aduciendo razones de seguridad, según Defensa Civil, (y) quedaba extasiado frente a los dos grandes murales ubicados en el Salón de Actos, trabajados por el pincel de César Calvo de Araujo. Me sobrecogía por varias razones: una, meramente artística, la contemplación del arte por el arte; otra, porque en esos tiempos, todavía estudiante universitario y aficionado al periodismo radial, no podía imaginarme siquiera lo que aquellos dos momentos de la historia loretana (el encuentro de Orellana con el Amazonas y la llegada de los barcos enviados por Ramón Castilla al Puerto de Iquitos), inmortalizados en esas pinturas, iban a significar años después en mi vocación de investigador histórico; y, finalmente, el horror de verlos absolutamente descuidados, literalmente destruidos por el polvo, la polilla y la humedad, con los colores originales indescifrables, descascarados en algunas partes.

Calvo de Araujo pintó esos murales allá por los años de 1963-64, mucho tiempo después de haber trabajado el decorado del Presbiterio de la Iglesia Matríz que, bajo la dirección del P. Avencio Villarejo, culminaba su ampliación y renovación. En los tres murales de la catedral (de los 13 realizados por diversos pintores: 7 por Aída Young, Américo Pinasco, P. Edilberto Valles y Víctor Morey, uno cada uno), el artista plasma la labor de las misiones católicas en la selva y en uno de los dos grandes murales de la municipalidad (la llegada de Orellana), el autor se autoretrata “en el rostro sorprendido de un ocasional testigo de aquel descubrimiento”, según refiere Luis Hernán Ramírez en el número 215 de la revista “Amazonía”, en junio de 1993. Cuenta el poeta Javier Dávila Durand, amigo del artista, que la noche de la inauguración de los murales, al momento de la bendición por parte del Monseñor García Pulgar, Vicario de Iquitos, éste le dijo a Calvo que cierto personaje del mismo tenía un cierto parecido con el artista, a lo que Calvo, risueñamente, respondió: “Estuve allí”, dijo señalando a un hombre barbado que de costado miraba la escena.

Algún momento de repente habré pedido al alcalde de turno tuviera la curiosidad de disponer la restauración de dichos cuadros, devolverles su esplendor original. Quizá se hubiera hecho, o, de pronto, se hizo, no lo recuerdo; pero sí recuerdo que cuando se procedió a hacerlo se hizo mal, porque el artista encargado de la restauración pensó que pintar los murales sobre los colores originales era suficiente. ¡Bárbaro trabajo que hasta hoy se deja notar! No todo pintor es restaurador. Restaurar es una carrera, como lo es otra el arte pictórico.

Esta “restauración” no fue, sin embargo, el único atentado contra el trabajo pictórico de Calvo de Araujo. Cierta vez, se inauguraba un evento organizado por la desaparecida Empresa Nacional de Telecomunicaciones del Perú (ENTEL-PERÚ), a cuyos directivos no se les ocurrió mejor idea que incrustar dos clavos de acero dentro de la estructura de los cuadros, para colocar una banderola de propaganda alusiva al acto. Joaquín García, lo recuerda con irá: “Cuando llegué al salón de actos me quedé anonadado. Se habían colocado varios clavos sobre los mismos murales. Exigí de inmediato que los sacaran. Me respondió de muy mala manera un funcionario de ENTELPERU, preguntándome quién era yo para protestar. Soy un ciudadano preocupado por este atentado contra un patrimonio de mi ciudad”.

Lo particular del artista es que, a través de sus pinturas, se ha dedicado a describir los detalles de la tierra que le vio nacer: los ríos, aguajales, las quietas aguas de las tahuampas, la hermosura de la mujer loretana, el bio tipo del hombre nativo reflejado con toda su personalidad y dignidad, las coloridas escenas de los puertos, canoas cargadas de plátanos y frutos de la selva, etc. Según los entendidos en estos temas, Calvo de Araujo “pertenece al realismo figurativo y narrador”, es un artista que capta sus escenas directamente de la vida selvática o portuaria, tanto en la ciudad de Iquitos y otros lugares de extensa sabana selvática; “pero, al hacerlo, no se deja arrastrar por los excesos de detalles pintorescos, buscando la penumbra de los montes cerrados en los que la maleza interpone un tupido techo de follaje entre el suelo y la luz solar”, se afirma en la página electrónica que lanza su imagen y su historia al ciberespacio.

Alma inquieta e inconforme, nunca quiso estar atornillado a un lugar. Comenzó su periplo por el mundo viajando a las ciudades de Pará y Río de Janeiro en el Brasil donde expone algunos de sus cuadros más famosos: “Fecundidad Amazónica”, “Cuando alguien llega”, “Viene la lluvia” y “Mujeres con cántaros”. Su “Cristo Cholo” y “Citaracuy” obtienen grandes elogios de la crítica especializada cuando son expuestos en Nueva York y en otras ciudades de los Estados Unidos.

Calvo de Araujo era un hombre definitivamente enamorado de la Selva y de Iquitos en particular. “Gustaba pasear por nuestra ciudad y penetrar en los rincones alejados de la selva al contacto con los naturlaes y ribereños, contemplando el paisaje natural, respirando el aire tropical y húmedo caminando bajo lluvias torrenciales, alimentándose de frutas silvestres y platicando con los nativos del lugar”, dice Navarro Cauper en la obra anteriormente citada.


Los mirones, cuadro inspirado en indios huitotos nonuyas

Hace algunas semanas, funcionarios de la Municipalidad Provincial de Maynas anunciaron que iban a iniciar un proceso de demolición de las estructuras internas del viejo edificio de la comuna ubicado en la Plaza de Armas que fuera inaugurado en 1945, con el propósito de construir otro más moderno donde funcionase las principales oficinas municipales, como el despacho del Alcalde, Sala de Regidores, Secretaría General, Staff de Asesores de alcaldía, Gerencia General, Imagen Institucional, entre otras. El plan de demolición iba a comenzar el pasado 5 de julio, previo traslado de todos los enseres, oficinas y piezas del llamado “Museo Amazónico” que se encontraban allí. Sacaron hasta los retretes de los servicios higiénicos, lámparas, llaves, cortaron el servicio de agua potable y luz eléctrica dejando el edificio como un verdadero cascarón listo para la demolición....

Sin embargo, en el día previsto, no ocurrió lo anunciado. Algunos periodistas, filmadoras en mano, esperaron en vano sentados en las bancas de la Plaza de Armas que llegara el momento del derrumbe y con él traer abajo los emblemáticos murales pintados por César Calvo de Araujo. Esperaron inútilmente. Nada pasó, el día transcurrió monótonamente en ese sector de la ciudad.

¿Qué había pasado? Al parecer, la opinión de las gentes expresada a través de los medios de comunicación había hecho repensar a las autoridades municipales su decisión de demoler el edificio. El Gerente General Rafael Saavedra tuvo que verse en la necesidad de salir a explicar en los medios radiales y escritos cuáles eran los reales propósitos de la Gestión Abensur en torno al destino final del ex Palacio Municipal. Dijo que se respetaría la fachada del edificio y que las obras de refacción se realizarían en la parte interior del mismo. Pero no se refirió, quizá por olvido, a qué pasaría con los murales de Calvo de Araujo que están pintados en el tercer piso. ¿Se dejaría también ese lado de la pared? ¿Se la reforzaría acaso? ¿Se reforzaría las estructuras para dejar intacto el lado donde están los murales? No hubo explicaciones concretas. Pero el sentido común indica que seguramente la idea de los funcionarios y técnicos de la municipalidad no está en destruir dos pinturas que pertenecen al sagrado patrimonio histórico del pueblo de Iquitos, más todavía, porque aquellos cuadros inmortalizan dos momentos cruciales en la historia amazónica: el encuentro del río Amazonas por parte de Francisco de Orellana, ocurrido el 12 de febrero de 1542; y la llegada de los vapores enviados por Ramón Castilla atracando en las riberas de la entonces aldea de Iquitos, en 1864.

Calvo de Araujo en murales de Iglesia Matriz de Iquitos (1947)

Nada justificaría su destrucción. Nada podría merecer tal desprecio de la autoridad municipal a tan emblemáticas imágenes. Por el contrario, guardamos la fe de que serán respetados. Que es necesaria la remodelación del edificio, es cierto, porque sus estructuras están muy debilitadas, pero la tecnología de nuestros días hace posible que esos cuadros no sólo puedan mantenerse en el lugar donde están, sino que, incluso, pueden ser restaurados para el deleite de todos los hombres y mujeres que visitan nuestra ciudad.

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