01 mayo 2007

CHARAPAS EN ISRAEL

El periodista loretano Fernando Nájar Freire, amigo de este Diario y judío de origen y adopción ,escribió en el semanario Kanatari un reportaje sobre los loretanos y amazónicos que viven en Israel, del cual hemos extraido algunos extractos importantes:

Por las cerca de 20 horas de vuelo, trasladarse de Tel Aviv a Iquitos, debe ser uno de los viajes más largos del mundo. Por más que nos atiborren las empresas aéreas de comidas, bebidas y últimos videos, el itinerario es el más aburrido del planeta. Te pasas sentado casi todo el tiempo, leyendo mil veces los folletos de seguridad. La misma sensación se experimenta cuando se hace el viaje de retorno. Un martirio que tiene un costo que bordea los 1,500 dólares, lo que significa varios meses de ahorro forzado, aunque es más fácil hacerlo en Israel que en el Perú: mientras acá el sueldo básico es 150 dólares allá bordea los 900 dólares, aunque esa cifra no es suficiente por el alto costo de vida.

Si el itinerario aéreo es muy cansado, más pesada, temerosa y zozobrantes habrían de ser las travesías que hace unos 120 años realizaron cientos de jóvenes judíos marroquíes que agobiados por las persecuciones, discriminaciones, pobreza, asesinatos y destrucción de sinagogas partieron desde las costas mediterráneas hasta Belén do Para y Manaos atraídos por la abundancia gomera. Desde estos lugares decenas de ellos llegaron a Iquitos también por el boom cauchero y las matizadas leyendas de enriquecimiento rápido. Dice el informe de un visitante judío que por el 1910 llegó a Iquitos que “en Tánger se habla de Iquitos como una ciudad fabulosa en cuyas calles corre el oro”.

Muchos de los que llegaron a esta ciudad tenían conocimientos sobre diversos oficios y profesiones que obtuvieron en los centros de enseñanzas establecidos en diversas ciudades de Marruecos por la organización francesa Alianza Universal Israelita que era financiada con las donaciones del Barón Maurice de Hirsch y del filántropo inglés Sir Moisés Montefiori.

Por lo tanto estos emigrantes no eran gente improvisada. Al poco tiempo de establecerse se volvieron navegantes, comerciantes, importadores y exportadores, muchos de ellos hicieron fortuna a partir de una barcaza que convirtieron en un bazar flotante con ayuda de otros paisanos mucho más prósperos. Trabajaban de sol a sombra excepto en las principales fiestas judías: Pesaj y Yom Kipur.


Fernando Santos y Frederica Barclay, autores del libro “La Frontera Domesticada”, señalan que en la primera década del siglo pasado en la escala mercantil de Loreto, es decir quienes controlaban la economía local, ocupando el primer y segundo lugar estaban los ciudadanos peruanos, españoles y portugueses. En la tercera escala estaban los alemanes y franceses (judíos eshkenazis) asociados con los mercaderes peruanos. Eran dueños de casas comerciales importantes y versátiles. En el cuarto estamento se encontraban los judíos sefardíes provenientes de Marruecos que se dedicaban al comercio fluvial (regatones), eran importadores, especializados en habilitar a la firmas extractoras del caucho, propietarios de casas comerciales pequeñas, que con el tiempo acumularon fortuna. Al final del periodo gomero, un buen número de casas comerciales eran propiedades de los judíos marroquíes.

El Dr. León Trahtemberg en su trabajo “Los Judíos de Lima y las provincias del Perú” recoge la versión del Sr. Pisa, maestro de la Alianza Universal Israelita, que en Iquitos en 1910 “había unos 200 discípulos suyos que viven con admirable empeño”. El Dr. Alfredo Rosenzweing, que hoy vive serenamente en Haifa con el cargo de Presidente vitalicio de la Asociación Peruana-Israelí, señalaba en un informe que durante su estancia en Iquitos en 1948 había identificado a 19 de los 138 inmigrantes, en su mayoría marroquíes, además de otros provenientes de Alsacia (Francia), Inglaterra, EE.UU, Malta y Besarabia.

Según el Dr. León Trahtemberg, el primer hebreo que llegó en 1880 a Loreto fue el alemán Alfred Koblenzt. Vivió por 50 años en Yurimaguas, se casó y se convirtió al catolicismo. Luego se establecieron los hermanos Abraham, Moisés y Jaime Pinto. Posteriormente se produjo la emigración masiva hacia Iquitos; algunos de ellos se situaron en Caballo Cocha, Contamana, Pucallpa, Tarapoto, Lamas. Eran de Tánger, Rabat, Tetuán y de hecho que se les podía reconocer por sus apellidos y su español mal hablado: Abecasis, Abensur, Abisroar, Alvis, Anselmi, Asayac, Azerrat, Miguel, Azulay, Barcesat, Bensimón, Benchetril, Bendayán, Benjió, Bensus, Benzaquén, Cohen, Tapiero, Edery, Nahmias, Foinquinos, Kanaffo, Levy, Toledano, Nahon, Naar, Pinto, Malca, Mey, Sarfaty, Schuler, Weill, Suzzana, Darmont, Barchilon, Joseph, Polak entre otros.

Lo cierto es que, al término del boom cauchero, muchos sefarditas retornaron a Europa, Brasil o a sus lugares de origen sin dejar descendencia judía porque no había mujeres hebreas, pero formaron parejas con las mujeres locales con las que tuvieron hijos y poco después nietos. Algunos murieron en el interior de la selva por las enfermedades tropicales y un buen número radicó definitivamente en esta ciudad formando familias. Fallecieron dejando una numerosa descendencia en la Región.

Cien años después de ese original éxodo, los hijos, sobre todo los nietos de estos primeros judíos, por efectos de la Ley del Retorno comenzaron a emigrar a Israel, Tierra Santa, a la que sus abuelos nunca pudieron llegar. Esta norma legal, hoy en día un poco cuestionada por cierto sector de la opinión pública israelí que señala que tiene muchas “brechas”, fue una de las principales medidas dadas casi inmediatamente de la creación del Estado de Israel en mayo de 1948.

Señala le Ley del Retorno, que los judíos de la Diáspora, sus hijos y sus nietos y las esposas o los esposos, tienen derecho a emigrar. Hasta hoy sigue vigente también una modesta canasta financiera que les otorga el Ministerio de Absorción por espacio de 6 meses. Hasta donde se tiene información el odontólogo Raúl Edery, fue uno de los primeros loretanos en emigrar a Israel en 1964. Trabajó en el Kibutz Guinosar. Más tarde pudieron viajar con apoyo de la Agencia Judía: Shuly Bensimón, Ramón Reátegui Levy, Carlos Benamú Panduro, Raquel Edery, Carlos Delmar, Yared Edery, Víctor Edery entre otros que hoy se encuentran totalmente asimilados y con una economía estable.

En 1992 los descendientes de Iquitos de la tercera y cuarta generación reestablecieron la Sociedad de Beneficencia Israelita, cuyos orígenes se remota a 1911 cuando se formó la primera directiva bajo la presidencia de Víctor Israel. La organización primigenia tenía fines de solidaridad, fraternidad entre sus miembros en casos de enfermedad, muerte o indigencia. La directiva de los años 90 se estableció para unir esfuerzos y poder emigrar a la tierra de sus ancestros en busca de una mejor calidad de vida.

El libro “Los Judíos en la Amazonía” del Dr. Ariel Segal Freilich muestra los esfuerzos de los descendientes por llegar a Israel a costa de presentar documentos, fotografías, tumbas, partidas de defunción, testimonios que son considerados como valederos por la Agencia Judía para que puedan hacer “Alía” hacia la tierra prometida. Si la Ley del Retorno estaría sujeta a la Halaja (leyes rabínicas, costumbres y tradiciones judías) ningún descendiente cuya madre no sea judía no habría podido viajar a menos que realice una conversión. La investigación que realizó Segal es el tratado más exacto sobre los sefarditas y sus descendientes en Iquitos. Lástima que haya sido impresa en el idioma inglés. Se espera su traducción.

Según informes de los Ministerios del Interior y de Absorción, hasta el año 2000 la colonia peruana en Israel no sobrepasaba de las 4 mil personas, en su mayoría provenientes de Lima y de otras ciudades costeñas. Hasta hoy es la más baja en residentes frente a los cerca de 80 mil argentinos, 50 mil brasileros, y una minoría uruguaya, cubana y chilena. Desde 1995 hasta el 2002 se calcula que han emigrado a Israel acogiéndose a la Ley del Retorno unas 150 personas de la tercera generación, es decir sin necesidad de conversión, provenientes de Iquitos, Tarapoto, Pucallpa. Algunos de ellos como Jaime, Amalia, Ana Bensimón, Sara y Miriam Bendayán, Oded, Jacobo y Linda Casique Kohn, Tomasa, Keller, Lali y Diana Kohn, Los hermanos Edery, Santiago, Rosa Jorge y Néstor Cárdenas, Ana Ruth, Hugo, Luis Aspiazu, César Razzeto, Edgar y Toto Dávila Lazo, Rubén Pérez, Yaquelín Levy Vidal, Víctor Cohen, Elvis Ampudia, Marcos Mesía. Los últimos en llegar son las familias Dávila Nahmías, Dávila Bardales, Toledano Grández, Toledano Ríos, Inés Levy Vidal.

Fue a partir del 2003 por efectos de dos conversiones realizadas en Iquitos bajo línea conservadora, que no tiene ningún peso en Israel porque el poder religioso está en manos de los ortodoxos, la relación de loretanos se ha incrementado notablemente. Estas dos conversiones promovidas por la Beneficencia Israelita de Iquitos, fue cuestionada en su momento por algunos rabinos ortodoxos.

Hoy varios de ellos han tenido que realizar una nueva conversión bajo el rito ortodoxo con el Rabino Israel Worecsman de la organización “Beit Moriá”, lo que evidencia que no emigraron en su calidad de nuevos judíos por un nuevo hogar religioso, sino para una mejora económica, es decir, por las mismas razones que hoy miles de peruanos emigran a otros continentes. El propio Ronald Reátegui Levy, promotor de estas conversiones, reconoció este hecho en la entrevista publicada en el diario “Perú 21” de marzo del 2006.

En la actualidad el número de amazónicos, incluyendo los que emigraron hace dos ó tres décadas, se ha incrementado a un millar. Casi todos ellos se han establecido en la milenaria y bíblica ciudad de Beersheva, en el desierto del Neguev y en la localidad de Ramle, una ciudad dormitorio en las cercanías de Tel Aviv. Hay otros que radican en Arad, Kiriat Arba, Afula, Ofakin, Eilat, Gedera, Rejovot, Dimona, Jerusalén y Tel Aviv. Pese a la lejanía de miles de kilómetros, muchos de ellos mantienen sus costumbres gastronómicas. En muchos hogares los fines de semana no falta un buen cebiche, inchicapi, juanes y tamales envueltos en papel de estaño, inclusive patarashca y arroz chaufa. Lo malo es que también algunos han traído una tara regional: el chisme.

Pero es Beersheva y Ramle donde uno se puede cruzar continuamente con loretanos. Se les conoce fácilmente por su modo de hablar y por algunas características somáticas. No tendrán origen ni nombres hebreos pero están ávidos por forjarse un buen futuro. Han preferido establecerse en estas dos ciudades, sobre todo en Beersheva, porque es una urbe tranquila que concentra todas las dependencias estatales y porque el costo de vida es más barato que en otras ciudades. Mientras el alquiler de un departamento más o menos confortable de dos y tres dormitorios está entre 300, 350 y 400 dólares. En Tel Aviv, Raanana o Jerusalén oscilan entre 600 y 1,000 mil dólares mensuales, cantidades muy altas para quienes recién se están insertando en una sociedad totalmente diferente de lo que pensaron.

Los loretanos que emigraron en estos últimos años “descubrieron” que Israel no es un país de un fundamentalismo religioso. De los 6 millones de judíos, solamente un millón cumplen y viven como señala la Halaja. Se les reconoce por la quipa que llevan en la cabeza. El resto son judíos laicos que practican y cumplen las tradiciones judías cuando se casan o nace un hijo varón, aceptan las fiestas religiosas nacionales. Las leyes del Estado son uniformes para todos sin excepción.

Algunos se han sentido decepcionados porque creían que los fines de semana eran de juerga y bullicio. Cuando comienza el shabat entre el viernes y sábado las actividades sociales, comerciales o financieras no funcionan con excepción de los hospitales, la policía, los bomberos. Algunos establecimientos funcionan si cuentan con licencia especial y pagan el doble de impuestos.

La ley de Retorno facilita a los descendientes de judíos y a los nuevos conversos una fácil emigración. Incluye pasaje aéreo gratuito y un estipendio en efectivo para resolver sus necesidades inmediatas de vivienda, alimentación y compra de algunos enseres. Esta ayuda estatal dura seis meses. De ahí en adelante los nuevos “Olim” (recién llegados) se ven en la imperiosa necesidad de buscar trabajo; si son de la tercera edad reciben una pensión modesta de unos 2,500 shekelim mensuales (unos 500 dólares) así nunca hayan trabajado en ese país.

Finalmente se tiene información que existe otra conversión en ciernes en nuestra ciudad bajo el auspicio de la organización Shavei. Un rabino de esta entidad, Daniel Litvach, ha estado en Iquitos durante dos meses, casi de incógnita, preparando a los integrantes de la organización local Beit Yaakov bajo el rito ortodoxo. Se calcula que unas 200 personas se beneficiarán con este proceso. Entonces se podrá decir que un pedazo de Loreto se encuentra insertado en el corazón de Israel.


1 comentario:

Deborah dijo...
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