17 enero 2007

CHULLACHAQUI EN LA CIUDAD (II)

Miércoles 03 de enero; 08.52 p.m. Trescientas personas repletan la sala principal de Multicines Iquitos. Autoridades, periodistas, amigos, críticos, criticones camuflados y seres buena onda dispuestos a pasar un buen rato en el avant premiere de Chullachaqui, que el estrenado alcalde Salomón Abensur y su equipo de trabajo (entre ellos el siempre leal y competente Hertz Hemeryth) ha decidido incluir dentro las actividades por el 143º aniversario de este puerto llamado canción (sic). El corto cinematográfico se encuentra listo en la consola de proyección, allí arriba, donde Aldo, Crow y Edward se baten en duelo contra los cambios de temperatura que ocurren en su interior.

Dorian Fernández y el equipo de producción nos encontramos medianamente sorprendidos de la convocatoria y del lleno que luce el lobby del cine. Sabíamos que la expectativa podía desbordarse, aún cuando no habíamos calculado a ciencia cierta su magnitud. La difusión en prensa sobre el trabajo Audiovisual Films había sido importante (donde tienen un lugar preponderante Pro & Contra, María Pérez de La Región, Percy Vílchez de Katenere, Dino Soria y el equipo de La Verdad, ABC Amazónico, Lima 2 Night, la gente de Contrapunteo, Raúl Celis, Luis Chanamé, James Beuzeville, Edgar Jhonston, Gladys Vásquez, Segundo Vela entre muchos otros), además de la publicidad estática que se había colocado en algunos puntos estratégicos (nunca la cara llorosa de Frescia Ortega me dio más temor que en aquella gigantografía colocada al frente de la Plaza Bolognesi). Sin embargo, tener expectativas al día siguiente sobre la convocatoria contabilizada en boletos vendidos era un asunto muy diferente.


En realidad, el corto había sido trabajado con el mayor profesionalismo posible, además de usar los más avanzados adelantos cinematográficos que se pueden encontrar fuera de Lima (gente como los productores Michelle Alexander o Roberto Barba -editor del programa La Ventana Indiscreta- hablaron positivamente del filme y sugirieron algunos detalles que fueron tomados en cuenta). La misión principal era generar una dinámica que ponga atención en la naciente corriente cinematográfica amazónica, y sin ninguna duda, el trabajo había sido pensado en lograr que las cosas improbables se convirtieran en posibles. Autocríticos al extremo, con mucho respeto por las opiniones ajenas y con mucha humildad, el equipo de producción había captado que la ciudad se merecía también un momento de legítima distracción a través de la expurgación de la esencia de alguno de sus mitos orales más arraigados.

Era la primera vez que el formato digital había captado en su exacta dimensión el rostro oscuro y sombrío de la selva loretana. Y además, era la primera vez que se usó todo el arsenal y visión sobre esta ciudad sorprendentemente bella cuando le llega la noche. Eso lo experimentamos más de una vez, pero sobre todo una sensación de vértigo cuando el equipo de producción en pleno pudimos llevar un estrado, generadores eléctricos (del mismo modo como fueron llevados al Fundo España en el Momón), material audiovisual, humo, fuego y diez mil litros de agua al último piso del desvencijado y vetusto edificio propiedad de EsSalud, en la Plaza de Armas –sin ascensores ni poleas– para grabar el videoclip de Mundo Raro. Estoy seguro que uno de los momentos personales más emocionantes de todo este proceso fue aquel en que junto a Marko Heysen y TRAN-C, teniendo a nuestra disposición las luces titilantes de Iquitos durmiendo, su anatomía imperfecta en el más perfecto reposo, pudimos coronar desde las antenas, desde lo más alto a lo que un iquiteño puede aspirar sin tener que volar por estos lares, el rodaje de la primera estrofa de la canción-insignia del cortometraje.

Cuando uno baja al llano y abandona el discurso incendiario o la flamígera impotencia de criticar desde las galerías, su perspectiva cambia radicalmente. Porque el trabajo es inédito en cuanto a producción de ficción realizada íntegramente en Iquitos, en cuanto a trabajo de logística para mover equipos y canibalizar todos los elementos posibles de lo que había al alcance del productor. Además, el conciente y dedicado proceso de edición. En términos reales, quizás Chullachaqui no haya costado más de 20 mil dólares, incluyendo auspicios y préstamos de amigos y colaboradores, pero lo encantador del proyecto es cómo con poco dinero y escaso apoyo institucional se obtuvo un resultado decoroso y competitivo.

Evidentemente, la gran pérdida de toda esta marejada fue el extravío del buen Astro, mascota oficial de Audiovisual. En medio de la locura del avant premiere, nadie sabe cómo pudo desaparecer del local. Aunque se tejieron diversas hipótesis, una de las que medio en serio, medio en broma se manejó como probable es que esto se debe a una venganza de la criatura paticoja por haber sido expuesto en pantalla grande. El chullachaqui se lo llevó es la frase más socorrida cuando se recuerda al gran perro guardián que esperamos vuelva pronto a casa.

El estreno finalmente fue muy auspicioso, con gente interesada y proyectos futuros que se acaban de iniciar. Para combatir la piratería, se empezó a proyectar una nueva versión más extensa, que incluye un detrás de cámaras y un par de sorpresas. El día jueves 4 de estreno se agotaron todas las entradas de las seis funciones desde muy temprano. Desde aquél día casi todas las funciones han sido proyectadas a sala repleta, incluyendo las del martes 9, que fue una locura en taquilla. Nos indican que desde el Codigo Da Vinci no había tanta expectativa por un filme. Una generosa nota de Javier Medina publicada en el poderoso diario El Comercio ya dio la alerta en la capital y en unas cuantas semanas se espera tener un gran estreno en una importante sala fílmica. En febrero se inicia la distribución a diversos festivales nacionales e internacionales. Hay también la necesidad de fundar una escuela de actores y un consorcio de producción editorial audiovisual a fin de iniciar un trabajo que compita con las grandes superproducciones.

La tarea, obviamente, recién comienza. Hay mucho que hacer por el cine loretano. Lo más importante que nos deja el Chullachaqui es el habernos dado cuenta de ello y haber iniciado el camino. Todos, sin excepción, estamos invitados a seguir la senda y superarla. Por mi parte, compañero de ruta eventual, antes de volver a mi escritorio y mis libros, debo confesar que me sentí muy orgulloso de haber contribuido con mi pequeño grano de arena en el desenlace de esta aventura llena de magia y legado amazónico. La mayor de las gratitudes a quienes estuvieron al lado, enfrente y siempre.

- Vea detalles de estreno de Chullachaqui en Lima aquí

- Vea la primera parte de esta Crónica aquí


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