17 enero 2007

CHULLACHAQUI EN LA CIUDAD (I)

Jueves 4 de enero; 11.30 a.m. A las primeras 100 entradas vendidas para el estreno de Chullachaqui la noche anterior, se le suma una cola de entusiastas esperando que se abra la boletería del Multicines para adquirir una de las preciadas entradas de este día. En este momento, en que se proyecta una función gratuita para los viejitos y trabajadores del asilo de ancianos, la expectativa ha desbordado todos los pronósticos que se habían manejado en Audiovisual Films.

Pero la tensión es mucho más fuerte que las ilusiones. A escasas cuatro horas del primer estreno, el dato incierto y lúgubre recorre la epidermis de Dorian Fernández, Chichi Fernández y yo: una aparente copia pirata, de baja calidad y con cortes abruptos de edición, se estaría distribuyendo clandestinamente en algunos mercados negros de la ciudad. Lo que habíamos pensado podía pasar en algún momento, más como una divertida anécdota, tomaba forma y existencia. Lo que en todo caso no previmos era que los del ojo tuerto y la pata de palo pudieran laborar con tanta premura y efectividad.

En realidad, los protocolos de seguridad se habían activado desde las 06 de la mañana del 2 de enero, cuando un extraño virus inoculado en todas las computadoras de la productora inició su demencial misión de aniquilar diálogos, distorsionar cuadros de imágenes, cambiar arbitrariamente el orden de las escenas. Confieso que en aquel momento, el equipo de edición (que incluía al director y el productor asociado – Dorian y Chichi –; el editor asistente – este escriba –; el editor senior - Gino Guevara – y el encargado de efectos especiales – Kenny Reátegui) entró en una suerte de trance producto del temor de ser objeto de una amenaza no contemplada. Las copias de apoyo, así como el demo principal se encontraban a salvo, pero se habían realizado varios insertos que se perdieron en el torbellino caníbal de nuestro alien cibernético.

Lo que siguió a ese momento fue la frenética búsqueda de un lugar para trabajar con tranquilidad. Desde la Navidad, la productora había sido puesta de cabeza y se había improvisado una suerte de isla de edición paralela. Iba a ser muy común no dormir más de dos o tres horas diarias (en efecto, por ejemplo la noche de Año Nuevo 2007 nos encontramos celebrando con una copa de champaña en la mano dentro y nuestro cuaderno de apuntes en la otra, pues la edición debía seguir). Era muy difícil confiar en las PC infectadas. El técnico que se encargó de revisar todas las máquinas diagnosticó una invasión en toda aquella anatomía de chips y bytes. Eran las nueve de la noche de aquél día. 24 horas más tarde, se iba a realizar el gran avant premiere, ante autoridades y personalidades, con ocasión del aniversario de la ciudad. La paranoia empezó a rondar nuestras cabezas. Ante ello, eran necesarios, más que nunca, temple y capacidad para trabajar sobre presión.

¿En qué momento el Chullachaqui se convirtió en un torbellino que cambió los hábitos y costumbres de quienes participamos en él? Aún no lo sé a ciencia cierta, pero creo que con el paso del tiempo, la criatura tomó cuerpo y, de algún modo, vida propias. Era como entrar en la casa de los gritos, y entregarse un momento final a los afanes propios de una súper producción con los recursos económicos de una mala serie clase B. Puro corazón y puras ganas de hacer las cosas bien, de ir aprendiendo en el camino, de ir logrando cositas, poco a poco, de hacer concesiones para lograr más cosas, de aquietarse para poder pensar con mayor frialdad el panorama que se iba presentando. Chullachaqui iba tomando forma, tanto como posibles fechas de estreno (22 de setiembre, 31 de octubre y 22 de diciembre, respectivamente).

No fue fácil seguir, pues muchas veces, luego de cerrados los plazos de grabación, luego de haber logrado que los amigos nos prestarán medios de transporte o algunos otros detalles propios de su concepción solidaria (pienso en gente como Lucho Lozano, Mariana Rotondo, Silvia Arbildo y otros), en medio de las instalaciones del Momón o en la huerta espectacularmente claustrofóbica de la familia de nuestro administrador Jorge Macedo, uno se preguntaba constantemente hasta dónde llegaría todo esto, si valía la pena estar sin un centavo en el bolsillo, si perdíamos – una vez más – dinero por embarcarnos en proyectos alucinantes pero suicidas para la mesa familiar. Cada asunto fue cayendo por su propio peso. Si no duele, no vale. Y en todo caso, mi natural escepticismo fue cediendo ante el indomable optimismo de Dorian Fernández - el director – y ante las ganas de todo Audiovisual (espero que la luz llegue como premio a tanto esfuerzo casi sobre humano, muchachos; es justo y necesario). Todas esas dudas fueron cediendo ante las ganas de soñar en hacer algo más por el cine amazónico.

Nada de ello, obviamente, pasaba por nuestra mente a la medianoche del 03 de enero, la fecha programada para el gran estreno. La adrenalina fluía instantáneamente tratando de corregir todos los posibles detalles que el virus había maltratado. En procura de un resultado decoroso, se sumaron como espectadores free lance y asesores Douglas Flores, Gregoire Ross, Giancarlo Scavino y Papo Torres. En la madrugada, todos estaban listos, expectantes ante cualquier detalle, entre ellos los actores (Frescia, Miguel, Marcos, Ángela, Fernando, Gaby y el chato Christian Calampa) ante cualquier posible detalle que pudiera ser corregido, y los amigos de producción (Jeff, Darwin, Aldo, Raquel, Lupe, Marimar, Diego, el gordo Kike), los cuales iban a ser complementados por el staff de trabajo (Luisa, los hermanos Herrera, Mayro, Gaby, Nataly, James, etc.).

Caía la mañana del 03, fría y extraña. El insomnio era moneda corriente. Había que luchar contra las PC, contra la amenaza de los piratas y contra la fiebre, que había atacado como plaga a los editores. Los nervios, en todo caso, eran moderados. Las gigantografías de publicidad estaban colocadas en los puntos estratégicos de la ciudad. La portada de Katenere, generosa con el cortometraje al igual que Pro & Contra, era motivo inspirador. Había que afrontar los problemas y ganarle la partida a la adversidad. Iquitos estaba esperando con ansias al Chullachaqui. Nosotros debíamos afrontarlo en el torbellino de la historia (Continuará...)
- Vea segunda parte de esta crónica aquí
- Vea detalles de estreno de Chullachaqui en Lima aquí

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