27 diciembre 2005

La Navidad de los “niños pobres”(*)


Con el tiempo, he aprendido a odiar la Navidad. Me da lata, me incomoda, me hace sentir miserable. Y he aprendido a odiar a todos aquellos que suponen que estas celebraciones son una época para saldar las deudas que mantienen con su conciencia (y que los muy cobardes jamás son capaces de saldar en otra época del año).

Me explico. No es que no crea que deben haber fechas especiales en las que nos demos un momento de reflexión y de recogimiento para elaborar un balance de nuestros actos, a lo largo de un año, que puede ser más o menos favorable para cada uno (dependiendo de la suerte, el dinero, el destino y el gobierno). Sin embargo aún no entiendo el por qué debe ser Navidad.

Me caen chinchosas las celebraciones sin fuegos artificiales. Admito que siempre fui un pirómano peligroso, aunque menos audaz que la mayoría de los niñitos pirómanos – hermanitos, primitos, amiguitos – que nos gastábamos gran parte de nuestras exiguas propinas (ahora lo sé, muy claramente, tíos mentirosillos que no nos daban ni para una entrada al cine). Y creo que un mejor espíritu se lograría si todos tuviéramos la oportunidad de poder reventar un cohetecillo, elevar al cielo una bombarda de cientos de colores, temerle (pero por pura finta) a una poderosa “rata blanca”, o, más de chibolitos, jugar con una “chispita mariposa” o saltar con los rascapiés o los silbadores. Pero no, los dictadores de la diversión (y los criminales que expenden estas bellezas en forma adulterada) han decidido que nos quedemos, por un buen tiempo quizás, sin espectáculo de semejante nivel.

Pero, vamos, lo mejor de la Navidad se ha ido con ello. Y lo peor de los casos es que desde mi balcón sanisidrino o desde la fría y blanca – nevada – noche en la germánica Frankfurt (cerca de la casa de la generosa familia Lucka), se pueden descubrir los miles de resplandores de las brillantes, mortecinas, enceguecedoras luces de tonalidades diversas, una explosión de verdes, rojos, amarillos que en IQT simplemente no podemos divisar, sea porque no podemos tener la dicha de que alguien coloque renos de neón en la cerca de su casa (porque los vecinitos te lo malogran o te lo roban) o enredaderas eléctricas en los árboles (porque el constante vaivén del clima loretano haría que una lluviecita torrencial como la de la Nochebuena de este 2005 mandé de una buena electrocución a cualquiera de nosotros, pobres ingenuos). Además, porque eso cuesta un dinerillo extra, bastante importante, por cierto, y la gran mayoría no nos podemos dar lujos – pascuales – de ese tipo.

Pero quienes me caen realmente mal son todos esos alienados, malditos comerciantes que suponen que los idiotas consumidores (varios lo son, en todo caso) van a adquirir cualquiera de las chucherías que les importan de otras latitudes y otras tradiciones. Porque eso de brindarnos un Papa Noel charapa, que se muere de calor ante 35º centígrados es una verdadera falta de sentido festivo. Y porque ese viejito no es viejito, y tampoco es colorado, y mucho menos es gordo, sino un pobre padre de familia, posiblemente desempleado, dlegado, con signos de cansancio, de desnutrición y una mala transpiración escandalosa. Y porque acá seguimos alucinándonos que estamos en Europa o en Estados Unidos. Y cuando quieren dárselas de tradicionales terminan siendo súper tediosos o aburridos o monótonos o reiterativos. La Navidad amazónica es una mentira, una falsedad que algunos curitas, algunos izquierdosos y sus seguidores de siempre lo inventan para sentirse mejor ante el fracaso de sus propuestas y la inutilidad de sus esfuerzos (alguno de ellos bastante loable, pero insuficientes).

Y porque creemos que somos felices dando regalos o presentes. Y porque todo el mundo, aunque no lo quiera, se supone que debe aceptar uno, por más insignificante, barato o tonto que fuese. Y porque el que no puede comprar regalos o dar sorpresas materiales o simplemente le importa un pito hacerlo se le aísla moralmente, se le hace sentir que es un descorazonado, un insensible, una persona que está cometiendo un error que puede hacerle arrepentirse de todas las actitudes sensatas o nobles que hubiera podido acometer durante el año. Y porque mientras tragamos como cerdos, chupamos como tontos, bailamos como descosidos celebrando al Niño Dios (¡vaya mentira, falsos e hipócritas mercaderes del templo!), hay gente que real y literalmente se muere de hambre, de sed, de frío. Claro ¿por qué no los invitamos a ellos mejor a casa antes que a varios familiares y personajes intratables con quienes debes ser hipócrita y tolerar de mala manera su presencia en tu hogar?

Y el acabose de este despropósito tradicional llamado Navidad son las “chocolatadas”. Me encantan las chocolatadas de Navidad. Las almas encantadas que se preparan todo el año para no tener que llegar a este momento, dan lo mejor de sí para que en una buena mentira se convierta en una práctica constante. Y porque es muy bonito, además políticamente correcto ofrecer una “chocolatada”, y porque parece genuino que te preocupes por los hijos de tus empleados y de los “niños pobres” que no tienen nada que comer. A ver, tú, hipócrita y falso navideño ¿por qué no das chocolatadas todo el año? ¿Y por qué no preparas tú mismo el chocolate y vas a conseguir los panteones y compras los juguetes? ¿Y por qué no te sabes ni siquiera los nombres de quienes son los beneficiarios de tu “acto enaltecedor”. En este rubro los políticos (pero ahora que hay campaña, madre mía), las viejas cucufatas de la “high life” y los empleadores abusivos y explotadores se quieren transformar en mansas palomas, y esperan que por un pedazo de panteón en una sola fecha se les blanquee el alma cochina y mercantilista. ¡Fuera de aca!

Lo mejor, amigo lector, es creer en la solidaridad, al amistad y en las demostraciones de afecto todos los días. No esperes amar en el día de San Valentín, ni sentir recogimiento en la Semana Santa, ni ser patriota por 28 de Julio, mucho menos pienses ser cristiano y generoso sólo porque es Navidad. No te hagas el que te acuerdas de los “niños pobres” sólo porque crees que es lo más recomendable hacerlo. No seas pura finta, pecador (y pescador de ovejas descarriadas). Mira que Diosito, el verdadero y real, está mirando desde arriba todas tus pendejadas ¿ah?. Advertido estás, joyita pascual del 2005.
(*) Ver más en www.proycontra.com.pe

1 comentario:

Barbara Shespek dijo...

INTERESANTE , ME ENCANTO ♥